Por Nereida Perdigon
Como miembros de grupos minoritarios, llevamos dentro de nosotros una profunda reserva de resiliencia, forjada a través de los desafíos y triunfos propios de nuestras experiencias. Nuestra diversidad no es solo una característica; es una fuerza poderosa que moldea nuestra identidad, alimenta nuestra creatividad y mejora nuestra capacidad de liderazgo e innovación.
Nos apoyamos en los hombros de quienes nos precedieron, cuyo coraje y determinación allanaron el camino para nuestro progreso. Sus historias nos recuerdan que nuestras voces importan, nuestras perspectivas son vitales y nuestras contribuciones son indispensables para la estructura de nuestras comunidades y la sociedad en general. Cada obstáculo que encontramos no es solo una barrera, sino una oportunidad para demostrar nuestra fuerza, defender la justicia y ampliar los límites de lo posible. En nuestra unidad, encontramos poder; en nuestra diversidad, encontramos belleza; y en nuestras luchas compartidas, encontramos solidaridad.
Celebremos quiénes somos: nuestras culturas, nuestros idiomas, nuestras historias, como fuentes de orgullo y empoderamiento. Sigamos apoyándonos mutuamente, desafiando el status quo y allanando el camino para las generaciones futuras. Juntos, podemos crear espacios donde nuestras identidades no solo sean reconocidas, sino celebradas, donde nuestras contribuciones no solo sean reconocidas, sino valoradas, y donde nuestra presencia no solo sea tolerada, sino aceptada.
Somos la encarnación de la posibilidad y nuestro viaje es un viaje de transformación, no solo para nosotros mismos, sino para el mundo que nos rodea y sobre todo para el futuro de nuestros hijos, nietos y toda la juventud en general. Recorramos este camino con confianza, sabiendo que nuestra diversidad es nuestra fortaleza y que nuestro potencial es ilimitado.
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